Culiacán.- Con la edición del libro de cuentos Un pan para Van Gogh,  de Irene Montijo, se abre un capítulo para repensar a una autora, para encontrar nuevas excepciones a la literatura sinaloense y para encontrar nuevos estímulos de estudios sobre las letras mexicanas escritas en las diversas regiones de nuestro país, expresó el periodista y editor Celso José García durante la presentación del volumen.

En el patio del Centro Sinaloa de las Artes Centenario del Instituto Sinaloense de Cultura, el libro fue comentado por la escultora Rosa María Robles Montijo, hija de la escritora culiacanense fallecida en 2020, y por Elizabeth Moreno, investigadora de las letras mexicanas, indica el ISIC en un comunicado.

Celso José Garza, cuya casa Felina Ediciones coeditó la obra junto con el ISIC, comentó que en la vida, de manera consciente o inconsciente, se van dejando huellas de la existencia, e Irene Montijo lo hizo de manera consciente por medio de la escritura, y escribió con una intuición genuina, sin estudios, pero sí con una pasión por la lectura, por escribir de una manera tan sincera, tan contundente, relatos que son testimonios de la existencia, y son producto de la creatividad y están propiamente en el ámbito del arte.

Estas huellas de Irene han sido recuperadas, rescatadas y ordenadas en su libro Un pan para van Gogh, nombre de un cuento inconcluso completado por su hija Rosa María Robles, con 30 relatos, una presentación, y un estudio fundamental de Elizabeth Moreno, y se agregó al final un breve dosier de imágenes de manuscritos, textos a máquina de escribir y otros documentos.

Son textos que se mueven en lo fronterizo: lo geográfico, entre Sonora, Sinaloa y Estados Unidos; lo lingüístico entre el español y el inglés; en lo existencial, entre la realidad y la ficción, pero que se desdobla hacia los diferentes géneros, y anunció que el libro será presentado el 24 de agosto en la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; el 11 de octubre, en la Feria Internacional del Libro de Monterrey y posiblemente en noviembre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Elizabeth Moreno comentó que «además, en el ámbito de la narrativa, la autora es uno de los pocos eslabones que tenemos entre la cuentística de Inés Arredondo y las narradoras del siglo actual. Por eso, para los estudios literarios, resulta de gran interés revisar su obra, ahora por primera vez reunida en este libro que integra treinta de sus textos», que agrupó según sus temáticas, como los que abrevan en su infancia («para mí los mejores”), los realistas, plenos de detalles, también irónicos, fantásticos y hasta uno de ciencia ficción.

Y aunque varios de sus textos se basan en personas reales, eventos históricos y hechos sucedidos, la autora retocó con detalles, diálogos y ambientes sus narraciones convirtiéndolas en ficciones literarias.

A su vez, Rosa María Robles Montijo, una de los nueve hijos de la autora fallecida en 2020, evocó a su madre que, «en aquellas tardes de voluntario encierro, la mirada se fugaba por la ventana oval del cuarto y se perdía en el horizonte, más allá de los viejos cerros y zopilotes sobrevolando restos de un cadáver mientras el perfume de su limonaria la embriagaba. En su refugio literario, mi madre se olvidaba del mundo que la circundaba y escribía».

Escribir sus cuentos, agregó, fue para ella un acto de amor y resistencia, un largo camino que recorrió con su propia madre, hermanas, primas, tías, abuelas y familiares lejanos por territorios de Sonora, el lamento de sus coyores y su desierto donde vivió su infancia al pie del cerro de La Campana y su juventud rica en aventuras y sucesos que le marcaron por el resto de su existencia».

Al inicio y al final del acto, la escultora ofreció un pequeño performance en el que, al son de música de Vivaldi (de «Las cuatro estaciones») recreó a su madre ya anciana, con su andadera y sus legajos de papeles, que al final arroja al aire. En el acto se contó con la participación del cuarteto de cuerdas Belén, integrado por Olena Bogaychick, Oleksandr Taslytsky, David Alonso y Laurentiu Gafton, músicos de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes.

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