Culiacán.- Una larga hilada de mesas al frente con largos manteles blancos, y arriba fruteros, copas, jarras, bodegones y otros comestibles y, al centro, como un cerdo o un lechón asado a la vuelta y vuelta, un contrabajo, y al fondo, tendidos de pollos, cecinas y frutas evocando un banquete, junto con instrumentos diversos de percusiones.

Son cuatro tiempos (Entrée, Canari rôti, Dessert 21.5, y Beaujolais s’il vous plaît), evocando los momentos de un banquete. Inician con copas de las que beben lo suficiente para dar el tono y que percuten con las puntas de los dos o tallando los bordes humedecidos y luego con el arco de un violín.

Le suman los sonidos rechinantes del contrabajo acostado en medio de la mesa, le agregan algunas otras percusiones, el desconcierto de un violonchelo que chilla y hace sonidos declinantes, lo mismo que el violín el uso absurdo de instrumentos convencionales y otros notando. Arcos de cuerdas rasgando bordes bongós o tambores o platillos, además de guitarras, cuerdas, juguetes, pelotas, ranas, trompos, pollos o cerditos de plástico. en lo que describen como “un bodegón sonoro contemporáneo”.

Van de un extremo a otro de la mesa, picoteando aquí y allá, degustando, agregando, siempre in crescendo.

Un espectáculo que, como la música de banquetes de los siglos 16 y 17, que se prestaba a la improvisación, lo cual es retomado por Templum Ensamble, en una instalación que evoca sabores, olores, sonidos y colores, indica un comunicado.

La agrupación, que ha llamado la atención de los conocedores, cuenta con un repertorio de autores afines además de piezas propias, y se ha presentado con éxito en el Instituto Italiano de Cultura, el Museo Nacional de Antropología y, en dos ocasiones, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, así como en escenarios de Culiacán y Mazatlán, de Ensenada y muchos otros.

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