Culiacán.- Quizá la genialidad del ensayo Entre sonorenses y sinaloenses, afinidades y diferencias, de Antonio Nakayama, radica en su vigencia a casi 50 años de su primera publicación, expresó la Dra. Georgina González Mendívil, al participar en la presentación de este volumen en su segunda edición por el Instituto Sinaloense de Cultura, y presentado en el marco del Coloquio Sonora-Sinaloa, Afinidades y diferencias.
En el segundo día de actividades del Festival Cultural Sinaloa 2024, el pequeño estudio fue presentado en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario con comentarios, además, del Dr. Gustavo Lorenzana y la participación como moderador de Rodolfo Arriaga Robles, sonorense él de nacimiento, pero radicado en Sinaloa desde su primera juventud.
Georgina González agregó que “entre las ideas que más me impresionaron está la siguiente descripción que hace”.
Y citó un párrafo del libro: “El desarrollo logrado en Sinaloa no ha alterado en lo más mínimo la conducta del sinaloense, que sigue viviendo en un círculo mágico de tambora, de carreras de caballos y de mujeres».
En cambio, dijo la investigadora, los sonorenses son valorados como seres de mayor sobriedad, más conscientes del esfuerzo por su clima árido y las diferencias que conlleva; sin embargo, de manera reveladora, hacia el final del texto, nos dice que los hombres del noroeste, así, en general, revelan un fondo esquizoide en tensión con un romanticismo exagerado y la medianía en que eso se traduce; de tal suerte que terminamos siendo cultos a medias, y civilizados solo a medias.
Por su parte, el Dr. Lorenzana, comentó que en el caso de Nakayama, son dos identidades que no están separadas por una frontera política, sino que más bien se conservan precisamente esos vínculos más allá de esa frontera política, lo que se expresa precisamente con estos eventos.
Nakayama, quien se refugió en Hermosillo, Sonora, por problemas políticos con cierto gobernador de Sinaloa, pudo seguir allá con su labor de investigación histórica y este libro es fruto de ello, y en su tiempo, en los años 70, el tema era una novedad tal que en el proemio, Nakayama escribe que «que el tema a que voy a referirme tal vez cause sorpresa, y para los criterios cerrados, para los que desconocen el medio en que vivimos, tal vez sea piedra del escándalo y me acarree animosidad, más esta actitud será a todas luces injustificada».
Y es que para Nakayama, sinaloenses y sonorenses «son iguales en apariencia, decidores, broncos, generosos incultos, alegres, apáticos, confiados, y dueños de una franqueza que raya en la grosería, pero en el fondo poseen características que, si no los separan, por lo menos marcan su esencia y presencia en la nacionalidad mexicana».
Finalmente dijo que esta es una muestra para que ustedes se interesen en la lectura de este libro, para avanzar en estas representaciones sociales que se van generando en un momento determinado para establecer esos vínculos, pero también las diferencias, según un comunicado.