Culiacán.- El espacio urbano siempre va a ser el reflejo de una historia, de un momento, de una memoria y también, por supuesto, de ciertos conflictos sociales.
Y en el siglo 20, desde el Porfiriato, ese espacio se vio invadido, con la intención de darle modernidad a Culiacán, y darle no solo una nueva imagen urbana e histórica, sino también para evidenciar los avances en salud y en educación, pues para esa fecha la ciudad seguía siendo prácticamente un rancho.
Lo anterior se comentó durante el conversatorio El espacio urbano sinaloenses: casas, calles, monumentos, del ciclo Triálogos, Pensamiento, palabra música, organizado por la Dirección de Patrimonio Cultural del Instituto Sinaloense de Cultura, con la participación de los investigadores Vicente Amaral Ibarra, Walkyria Azucena Angulo Castro y Sonia Pérez Garmendia.

En el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, y con apoyo de 105 diapositivas de fotos del viejo Culiacán, los participantes comentaron diversos aspectos del devenir histórico y arquitectónico de la capital del Estado, su centro histórico, los cambios con la llegada de Luis F. Molina, sus 13 barrios, sus viejas calles, y el desmesurado crecimiento que se dio a partir de la construcción de la Presa Sanalona.
Hasta mediados del siglo 20, dijo Amaral, Culiacán estaba rodeado por ejidos: El Vallado, El Barrio, El Humaya, y, a raíz de la presa que hicieron en 1949 y se inauguró el 48, se vinieron miles de gentes a Culiacán y no tenían dónde vivir, y los ejidatarios vendieron esas tierras y crearon las colonias populares, de modo que entre 1940 y 1970 surgieron aproximadamente 50 colonias populares, pero con una arquitectura de pobres, lo cual va a cambiar a partir de los ochentas.
Comentó también los cambios en el Centro Histórico ante la necesidad de modernizarlo por el uso creciente del automóvil, de modo que, entre 1946 a 1970 se rasuraron hasta 40 manzanas, hasta 6 metros hacia adentro para ampliar las vías tumbando muchos edificios de la época colonial por la calle Obregón, la Rubí, la Ángel Flores y la Morelos, entre otras, donde tumbaron edificios de ambos lados.
Sonia Pérez Garmendia se refirió a la tipología de aquellos viejos edificios, que eran monumentales, magnánimos, como el actual Palacio Municipal, que era el antiguo Seminario Conciliar y Tridentino de Sonora y Sinaloa, y dijo que ha habido muchos cambios y transformaciones, como el un nuevo Palacio de Gobierno que en los años ochenta se construyó en una colonia popular, con una arquitectura monumental, y una tipología recta.
A su vez, Walkyria Angulo comentó que en la tipología histórica dominaba el portal y el arco, lo cual va a prevalecer porque era necesario por el clima. y esta tipología todavía existe, pero la podemos ver solamente por dentro, y ya no por fuera.
Recordó aquellos portales que se pusieron de moda a principios del siglo 19 y en Culiacán, para 1900, ya los podíamos ver completamente construidos, y es que el portal ofrece a la comunidad, el mitote, el asomarse a la calle, cuando la gente acostumbraba estar afuera de su casa; en cambio hoy estamos adentro y pocas veces conocemos al vecino.
Dijo que eran formas de vida y de habitar y cohabitar nuestro espacio, porque la vida también se daba a nivel portal y a nivel calle, no solamente a nivel arquitectónico, y se preguntó: “¿Cuántas historias no guarda un hogar? ¿Cuántos momentos felices, cuántos momentos tristes, cuánta riqueza, cuánta pobreza, cuántos cambios sociales?”.
Agregó que la casa puede ser el elemento más emblemático para representar la cultura, una historia y un tiempo, y las casas de Culiacán, para la temporalidad novohispana, no eran de doble altura, al contrario, eran techos bajos a dos aguas, con una arquitectura más regional, muros de adobe, o de vara tramada, de tejas; no eran iguales, y dependiendo del nivel social de cada familia, era la forma de la habitación en la que vivían.
El ciclo fue precedido por la sección El postre es primero, con la participación de Sergio Negrete, quien leyó un texto del libro Las viejas calles de Culiacán, de Francisco Verdugo Fálquez, con el fondo en la guitarra de Manuel Tanamachi, indica un comunicado.


