Culiacán.- Al participar en el conversatorio El cielo, el infierno, la tierra, el Dr. Wilfredo Yáñez Espinoza expresó que el cristianismo en la región no fue tanto una imposición sino una hibridación en la que tuvieron mucho que ver los caciques indígenas, a través de la influencia que tenía sobre sus pueblos, y expresó que el primer momento en que arriba el cristianismo a esta región, tiene que ver con la forma en que se va interiorizando en la sociedad que hoy conocemos como sinaloense.
El conversatorio se llevó a cabo en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario, dentro del ciclo Triálogos: Rituales, lenguajes, prácticas 3 de 3, que organiza la Dirección de Patrimonio del Instituto Sinaloense de Cultura, esta vez con la participación además del Mtro. Rodolfo Díaz Fonseca y de Esmeralda Torres Ríos como moderadora.
Durante la charla, que trató de identificar el desarrollo del catolicismo en México a través de su práctica, cambios institucionales en la Iglesia, relaciones Iglesia-Estado y demás problemáticas, Yáñez Espinoza agregó que las formas en que se dio esa hibridación son variadas, y hubo resistencia: en 1615 hubo cinco casos de la Inquisición en Sinaloa relacionados con injurias y con la superstición.
Es aquí cuando se enfrentan y se terminan hibridando este politeísmo y este cristianismo de un solo Dios, mientras que los nativos adoraban desde una pitaya, la Luna, el Sol, un tronco y otras deidades en cualquier forma, y son dos formas distintas de entender una cosmovisión. Se intentó destruir esas deidades, pero esta destruccion genera conflictos, y allí es donde viene la intermediación, dijo.
Hay que entender que al destruir las idolatrías en los nativos no era la mejor vía para introducir el cristianismo y el mejor intermediador es el cacique indígena, que tiene el control sobre un grupo social que hará caso a lo que diga, por lo que son los primeros en ser bautizados, mientras que otros como Nacabeba, ponen en revolución a los jesuitas.
«Yo sostengo que son los caciques los mejores intermediadores para que la población fuera interiorizando ese cristianismo y que terminara hibridándose hasta ver ahora danzas como el venado, pascolas, que yo no sé porque nada más nos enfocamos en la Danza del venado o de pascola, y nos olvidamos de que hay tantas danzas más producto de esta hibridación, que es lo que nos reclaman los mayos de Sonora a los de Sinaloa».
Díaz Fonseca recordó el aforismo latino O tempora, o mores, (¡qué tiempos, qué costumbres!), y ese tasar entre quién puede estar más cerca de Jesús, más cerca del sagrario al ser sepultado, son desviaciones que se cometen en toda época, e incluso ya Jesús alerta sobre ella en la parábola sobre Lázaro que no tenía que comer y el rico que comía sin fin. Pero este no tiene nombre y el pobre sí, en la parábola de San Lucas, este hecho lo dice todo.
“Esas desviaciones las hemos tenido a lo largo de la historia y tenemos que irlas revisando constantemente en una iglesia que tiene dos mil años de existencia”, dijo.
También recordó las estrategias que los misioneros fueron aplicando al momento de catequizar estas vastas regiones, acompañando cada quién a su grey, desde el mejor lugar donde creía que podía ayudar.
“Pero hay muchas maneras en que los misioneros trataron de acompañarla al pueblo indígena y la manera de catequizar era a través de pastorelas, representaciones que todavía nosotros seguimos viendo con los pascolas en regiones de Sinaloa, donde encontraremos aún muchas de estas representaciones que nos dejaron aquellos misioneros”, agregó.