Culiacán.- Entrando el mes de mayo es común, en distintas regiones de México, el comercio de un espléndido e inestimable fruto: la pitaya, joya de la biodiversidad mexicana que deleita por igual al paladar de personas del campo y de la ciudad.
Carmelo Cortés, coordinador del departamento de colecciones botánicas de Jardín Botánico Culiacán, explicó que la pitaya es el fruto maduro de diversas especies del género Stenocereus, cactáceas columnares que miden de 5 a 8 metros de alto, que se encuentran en muchos estados de México, en climas áridos y semiáridos de diferentes tipos de vegetación como las selvas secas, las dunas costeras y los matorrales xerófilos.
“Existen 25 especies de pitayas cuya área de distribución natural está entre México y el norte de Sudamérica, pero el mayor número de estas especies lo podemos encontrar justamente en nuestro país, que cuenta con 20 especies, de las cuales, 16 son endémicas (exclusivas), por lo cual no se pueden encontrar de forma silvestre en otros países”, comentó.
El especialista señaló que hablando del entorno local, la pitaya de la especie Stenocereus martinezii ya puede encontrarse en los mercados de Culiacán, proveniente de los municipios de Elota, San Ignacio y Cosalá, cuyo precio varia entre los 100 y 120 pesos la docena, un costo modesto para todo el esfuerzo que existe detrás de su cosecha.
Agregó que la popularidad de la pitaya como fruto silvestre se debe a su deliciosa pulpa comestible, que puede ser de diversos colores, entre ellos los más comunes son el blanco, amarillo, rojo y morado. Esta amplia diversidad de colores se debe a la presencia de pigmentos naturales llamados betalaínas, los cuales hacen a los frutos muy atractivos a la vista.
“Más allá del delicioso sabor, el consumo de pitaya aporta diversos nutrientes como las vitaminas B, C y E, además de una amplia gama de minerales y compuestos antioxidantes. Además, representa una importante derrama económica para comunidades serranas”, subrayó.
Destacó que el ciclo entero para realizar la cosecha de pitaya es demandante, ya que las familias de pitayeros se levantan desde la madrugada para empezar a cortar su producto, el cual desafortunadamente tiene una vida de anaquel bastante corto, por lo que es necesario “madrugar” para vender un producto fresco y que guste a la gente.
El periodo de colecta va de uno a varios meses dependiendo de la especie de pitaya, significando durante ese tiempo, una excelente fuente de ingresos para numerosas familias que tienen huertos de traspatio o colectan la fruta silvestre en el monte, indica un comunicado.