Culiacán.- Con danza, música, canto y poesía, la comunidad artística y cultural se unió a la Compañía Danza Joven de Sinaloa del Instituto Sinaloense de Cultura al homenaje luctuoso a Maximiliano Corrales (1995-2023), bailarín y coreógrafo asesinado hace un año en esta capital.
Con una nutrida asistencia reunida en el ágora Rosario Castellanos, tres imágenes de Max rodeadas de flores y velas ocuparon el escenario donde se desarrolló un programa en su memoria, el cual dio inicio con la presencia de su padre, también bailarín y coreógrafo, Gregorio Corrales, quien invitó a recordarlo con cariño, con alegría, con amor, no con tristeza.
Él lo hizo con una danza que él creó y de la cual Maximiliano fue parte en su natal Cosalá, la Danza de bramadores, donde el jaguar es el personaje principal y a la que se unió el público en una especie de ritual en honor al joven bailarín que fue parte de la Compañía Danza Joven de Sinaloa.
Al tributo se unió el tenor José Manuel Chu, quien interpretó con su potente voz los temas A mi manera y Por ti volaré, mientras un video de Max bailando se proyectaba en el fondo del escenario.
Formaron parte del programa, el dancista César Yee; Georgina Martínez, quien dio lectura a una canción de cuna titulada Mi niño jaguar; Isabela Corrales con su canto, el Dueto Rosario y Jessica con una coreografía, la compañía Folclórica Sinaloense del ISIC, así como bailarines de breakdance, una de las pasiones de Max Corrales, como parte de un amplio programa conmemorativo.
Uno de los momentos más emotivos del homenaje, fue la presentación de la Compañía Danza Joven de Sinaloa junto a Ulises Balam, ejecutando música autóctona experimental con diferentes instrumentos, mientras se proyectaba la imagen de Max interpretando la coreografía de su inspiración Yolcame.
En el evento se dio lectura a una semblanza de la vida de Maximiliano Corrales, en la que destaca que “pleno volaba su cabello con el viento, la naturaleza envolvía sus juegos, ahí aprendió a imitar el sonido de los animales que abrazaban sus días. Sus padres, Laura García y Gregorio Corrales se dedicaban a la Danza y gracias a ellos conoció la danza desde niño y lo empaparon de arte siempre”.
Su gran talento lo hizo salir de su Cosalá querido para ir a Mazatlán a cumplir su sueño: ser un bailarín profesional, por lo que estudió en la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, EPDM, indica un comunicado.
“Max tenía un cuerpo inteligente, un cuerpo extraordinario que dibujaba paisajes y hacía poesía a través del movimiento. Su danza era tan perfecta y orgánica como la naturaleza en la que creció. Dedicó su vida profesional a la danza urbana, pues también era un extraordinario B-boy -bailarín de breakdance- reconocido en el país. Sus diferentes técnicas fusionadas lo hacían muy peculiar, eso lo llevó a bailar en muchos proyectos y maravillosos escenarios.
Max formaba parte de la Compañía Danza Joven de Sinaloa y también bailaba con la Compañía Physical Momentum, una de las agrupaciones de danza física más importantes del país, en donde su presencia era de los eslabones con otros artistas, colectivos, grupos y academias de México.