Con aplausos fue recibido y entre aplausos y ovaciones se retiró el virtuoso flautista mexicano Horacio Franco en su presentación como director huésped y solista de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, en un Teatro Pablo de Villavicencio que lució a reventar y en el que estrenó la pieza Llorona, del compositor y violinista culiacanense Samuel Murillo Pavia.
El concierto, programado como parte de los festejos por el 491 aniversario de la Fundación de Culiacán y de la II Temporada de la Orquesta, abrió con el obligado tributo a la ciudad, con el infaltable danzonete Culiacán, de Enrique Sánchez Alonso “El Negrumo”, a cargo de la Orquesta, que fue recibida con júbilo y que obligó al maestro Horacio Franco a decir:
¡Felicidades Culiacán en su 491 aniversario!; ¡felicidades por su comida, la mejor de todas, y por sus mujeres, las más bellas, pero también por esta maravillosa orquesta! ¡Ustedes tienen todo para ser felices aquí!”.
Horacio Franco
Y sin más, se arrancó con el estreno mundial del Concierto para flauta y orquesta de cuerdas Llorona, del maestro Samuel Murillo, interpretada por el flautista, quien tocó y dirigió a la vez, ataviado con su ya conocido atuendo poco formal, su aspecto de fauno, adornado con piercings y aretes.
Sorprendió la pieza, que recrea en sus tres movimientos (Son, Llorona y Final) piezas del folclor mexicano, entre ellas la conocidísima Llorona pero también La bruja, en las cuales Franco hizo gala de su maestría como ejecutante.
Una pieza sumamente atractiva de principio a fin, apabullante y evocativa en su mexicanismo, por la cual fueron muy aplaudidos el autor, quien dijo emocionado que “esto es un sueño hecho realidad”, y el intérprete, que la incorporó a su repertorio y se comprometió a estrenarla en Estados Unidos en un concierto el próximo noviembre.
Le siguió el Concierto para flautas de pico y orquesta, una hermosa reconstrucción de temas del autor barroco alemán Johann Sebastian Bach (BWV 35, 997 y 29), realizada por Horacio Franco para diversas flautas de pico como solistas y que, sobre todo en el último movimiento, no dejó vacío sin llenar y logró despertar el entusiasmo de los asistentes.
Vino viejo en odres nuevos, pero se escuchó clásica de principio a fin, interpretada con soltura, brillantez y alegría, por un ejecutante en pleno dominio de su instrumento y de su oficio, indica un comunicado del Isic.
Cerró con la Sinfonía No. 4, Trágica, de Franz Schubert, en cuyos cuatro movimientos, lo vimos luciendo en grande sus dotes como director de orquesta, ya sin la flauta.
Prescindiendo de la varita, mostró un buen uso de manos, brazos, cabeza, hombros, piernas, rostro y, en fin, de todos los medios de la expresión corporal, para dar vida a una pieza ciertamente hermosa y vivificante, y el público supo premiar con aplausos su talento.